lunes, 1 de julio de 2013

7.3 La tercera vía de Anthony Giddens

 


 UNIVERSIDAD TECNICA DE MACHALA 

DIARIO DE CAMPO DE SOCIOLOGÍA




TEMA: 7.3.   La tercera vía de Anthony Giddens
FECHA: 1/07/2013
NOMBRE: Jossenka Apolo Jimenez

DOCENTE: Ing. Wilmer Illescas







La tercera vía de Anthony Giddens
1.1. El debate.
A finales del siglo pasado, comienza un debate intelectual de gran calado sobre el papel del Estado, de la Sociedad y de las personas. El debate se produce porque el modelo social y político general da muestras de agotamiento y, sobre todo, porque se observan grandes masas de ciudadanos en todo el mundo que se encuentran excluídas, fuera del sistema. Y no solo en el llamado tercer mundo o mundo emergente, también en la moderna y tecnológica Europa nos encontramos con gentes a las que la tecnoestructura o tecnosistema, como dirían BELL o GALBRAITH, mantiene a distancia. El debate se plantea a partir de la crisis de los sistemas ideológicos cerrados y algunos comenzaron a enarbolar banderas intermedias, combinaciones equilibradas de socialismo y liberalismo, pensando que la solución vendría, otra vez, de un nuevo modelo ideológico. Tercera Vía ha sido la marca que más ha calado en el entramado social, en la medida en que ha significado, según me parece, un limitado  intento, apegado a algunos dogmas del pasado, de modernizar una socialdemocracia cuyo  destino político debe precipitar, dicen, en el famoso Centro-izquierda.
1.2. La Tercera Vía de GIDDENS.
1.2.1. La renovación de la socialdemocracia.
A continuación, a través de la lectura del libro de GIDDENS, ya citado (Taurus), y del de T. BLAIR, La Tercera Vía (El País Aguilar), comentaré los aspectos más sobresalientes de la Tercera Vía como categoría política que hoy pretende dominar el espacio ideológico.GIDDENS comienza su reflexión con una confesión: “(...). T. BLAIR habló de su aspiración a crear un consenso internacional de Centro-izquierda para el siglo XXI. El nuevo enfoque desarrollaría un marco político para responder a las transformaciones en el orden mundial...” (p. 11). Por tanto, la tarea de la Tercera Vía se centra en dotar de contenido ideológico al Centro-izquierda. La Tercera Vía nace, según GIDDENS, para renovar el Centro-izquierda, lo cual me induce a pensar que la Tercera Vía no es mucho más que un traje nuevo para la socialdemocracia. En cualquier caso, el trabajo de GIDDENS es interesante y refleja, además, una de las constantes del pensamiento político del tiempo presente: “..las ideologías políticas existentes han perdido representación” (p.11). Para GIDDENS, aunque el socialismo y el comunismo han muerto, perviven algunos de los valores que los impulsaron: el reto es conseguir, según este autor, “que sean tomadas en cuenta allí donde el programa económico del socialismo ha quedado desacreditado” (p. 12). La Tercera Vía mira continuamente a la izquierda, trata de renovar la izquierda.
 1.2.2. Los dilemas de la Tercera Vía.
Desde el punto de vista de los contenidos, GIDDENS identifica cinco debates o dilemas, como él los denomina, a los que la Tercera Vía debe encontrar respuesta: la globalización, el individualismo, la división izquierda-derecha, ¿está la política alejándose de los mecanismos ortodoxos de la democracia?, y, ¿cómo se deben integrar los elementos ecológicos en la política socialdemócrata?
Realmente, al tratar de la globalización, lo que hace constar GIDDENS es hacer la radiografía del fenómeno y de su virtualidad como instrumento transformador del elenco de relaciones económicas de estos años. Quizás sí que llame la atención la incidencia de este fenómeno sobre la configuración del Estado-nación y su necesaria adaptación a los vientos globalizadores. Por lo que se refiere al individualismo, quisiera señalar que es ciertamente paradójica la nueva conversión de la socialdemocracia al nuevo individualismo (socialismo de ZAPATERO) que, en mi opinión, aparece peligrosamente desvinculado de la carga social de antaño para revelarse como una fuente de insolidaridad y de egoísmo radical. Me parece preocupante, insisto, la conversión de la Tercera Vía al individualismo, a ese “yo” que aspira a desmarcarse incluso del contexto social y de las comunidades en las que se integra. Es cierto que GIDDENS intenta salvar la aparente confrontación entre libertad e igualdad. Sí que es positiva la apelación de GIDDENS a la responsabilidad, a una mayor democratización y a modos de vida más abiertos y reflexivos. Por supuesto.
1.2.3. La política de la Tercera Vía
Tras analizar los cinco dilemas, GIDDENS trata de la “política de la Tercera Vía” (pp. 80 y ss.) y escribe solemnemente que la meta general de la política de la Tercera Vía debería ser ayudar a los ciudadanos a guiarse en las grandes revoluciones de nuestro tiempo: globalización, transformaciones de la vida personal y relación con la naturaleza. No parece, en mi opinión, que la política deba ser una guía para las personas, sino el arte para resolver los problemas colectivos de la gente. Sí estoy de acuerdo en que la política de la Tercera Vía “debería mantener como preocupación esencial la justicia social, y aceptar que la gama de cuestiones que escapan a la divisoria izquierda/derecha (...). Habiendo abandonado el colectivismo, la política de la Tercera Vía busca una nueva relación entre individuo y comunidad, una redefinición de derechos y obligaciones” (p. 81).En este contexto, GIDDENS acierta cuando escribe que el “lema principal para la nueva política podría ser: ningún derecho sin responsabilidad” (p. 81). Este principio ha arrumbado la vieja idea socialista conforme a la cual resultaba que se consideraban los derechos como exigencias incondicionales, idea todavía presente en la mente de muchos millones de ciudadanos como consecuencia de la nefasta acción del Estado del bienestar, en su versión más unilateral, en la vida de la gente. Por eso, me parece muy conveniente que, como señala GIDDENS, “las prestaciones por desempleo debieran acarrear la obligación de buscar trabajo activamente” (p. 81). Desde luego, este criterio que ahora se enarbola bajo el paraguas de la Tercera Vía, es una manifestación de sentido común y de sentido de la realidad que la vieja izquierda, que se “moderniza,” ha aceptado acríticamente hoy. Su asunción por los partidos que sostienen la Tercera Vía supone el certificado de defunción de uno de los esenciales dogmas del socialismo clásico y la constatación de uno de los vectores centrales del liberalismo.
1.2.4. Democratizar la democracia.
Tras el 11-IX- 2001, resulta pertinente traer a colación otro de los postulados que GIDDENS nos presenta en el marco de la Tercera Vía: democratizar la democracia: “La crisis de la democracia viene de no ser suficientemente democrática” (p. 87). Ciertamente, la democracia siempre podrá ser mejorada. Siempre es posible promover mayor participación, mayor control a los gobiernos y, en general, mayor sensibilidad de los políticos en relación con los problemas reales de la gente. Además, tras la irrupción del terrorismo global, resulta que se pone de manifiesto, por un lado, la necesidad de mejorar la calidad de las democracias occidentales y, por ello, la necesidad de contribuir a la separación de poder político y poder espiritual y, en general, la colocación en el centro del nuevo orden social, político y económico, seriamente amenazado el 11-IX-2001, a la dignidad de la persona y 231. Reflexiones sobre la Tercera Víasus derechos humanos. El camino es complejo, pero supone un apasionante desafío para los políticos que esperemos sepan encauzar.
También constituye un tema permanente de los debates políticos actuales, lo que denomina acertadamente GIDDENS bajo la rúbrica “democratizando la democracia”. Por una parte, si nos ubicamos en las versiones clásicas estáticas del papel del Estado en la orilla neoliberal o en la socialdemócrata, nos encontramos con la Tercera Vía, para la que GIDDENS solicita la tarea de reconstruir el Estado (p. 86). Sin embargo, la posición geométrica que parece desprender el razonamiento del ex director de la London School of Economics, de nuevo manifiesta la debilidad conceptual de la Tercera Vía en la medida en que pretende, me parece, erigirse en una nueva posición política desde planteamientos idénticos a los que combate. Hoy, insisto, se han terminado las recetas mágicas, las productos prefabricados; al menos en lo que se refiere a las soluciones que demandan los problemas colectivos. Si la Tercera Vía se cifrase en una buena combinación de mercado e intervención sin más, se instalaría en la panoplia de las fórmulas tecnocríticas que surge de cualquier gabinete de prospección sociológica.
1.2.5. La sociedad civil y el Estado.
GIDDENS dedica un epígrafe especial a la cuestión de la sociedad civil y afirma “que la promoción de una sociedad civil activa es una parte básica de la política de la Tercera Vía” (p. 95). De la Tercera Vía y de la política democrática, podríamos añadir.Veamos. Para la Tercera Vía es relevante la escasa solidaridad imperante así como los principales problemas sociales, más allá de las clásicas fórmulas anti-economicistas de la 26



1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
Izquierda clásica. Sin embargo, la relativa veta despótica que rezuma en algunos aspectos la Tercera Vía aflora aquí, me parece, con gran intensidad. GIDDENS entiende que el Estado del bienestar no tiene nada que ver con la erosión del civismo reinante; sólo faltaría la solución, que una vez más, no puede venir de “dejar a la sociedad civil funcionar a sus anchas”. El gobierno puede y debe fijar un papel principal en renovar la cultura cívica” (p. 96).La perspectiva de la centralidad de los individuos, de la sociedad y del Estado, es fundamental para entender las nuevas formas o maneras de hacer política que nos demanda el momento presente. En modo alguno, al menos para mí, debe asumir un papel estelar el Estado como no sea para hacer posible una educación libre y de calidad que procuren el libre desarrollo de cada persona. El Estado es de los ciudadanos y su función, hoy en día, reside en facilitar el ejercicio de las libertades y los derechos de los ciudadanos. Y, a partir de ahí, su intervención directa se justifica precisamente en la medida en que existen situaciones de falta de libertad o de necesidad de equilibrios derivados de ausencia de equidad o solidaridad. Pero la intervención del Estado como regla es nociva; la historia nos lo recuerda dramáticamente.
1.2.6. La familia.
En materia de familia, las tesis de la Tercera Vía, sugerentes en buena medida, no resultan, a mi juicio, renovadoras ni portadoras de soluciones reales, porque se trata de adaptarse a los inquietantes indicadores sociales que arrojan las estadísticas: aumento del divorcio, incremento de la monoparentalidad, incremento de niños nacidos de padres solteros.Veamos. ¿Es deseable el divorcio para la estabilidad emocional y crecimiento armónico de los niños? ¿Está recomendado que los niños crezcan sólo con el padre o sólo con la madre? Reconozco que son preguntas formuladas deliberadamente, pero me parece que, sin apelar a la crisis de natalidad tan aguda que padecemos, la forma de proceder en este asunto tan delicado, lejos de lecturas imperativas, tiene mucho que ver con el papel central de la 28
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familia en la sociedad como institución en la que se aprenden las cualidades democráticas, los valores humanos, se vive y practica la solidaridad y, sobre todo, se forman hombres y mujeres llamados al compromiso cívico. Por ello, lo más importante en esta materia es ayudar realmente a las familias con hijos, primero porque tener hijos ni es neoliberal ni socialdemócrata, sino que es algo humano y, hoy por lo que se ve, necesario para el desarrollo social.En este punto, la Tercera Vía nos presenta un conjunto de planteamientos de signo individualista y bipolar. Si no estás con ellos, a la derecha: “la derecha tiene una historia particular que contar acerca de las consecuencias de estos cambios (...). Debería reafirmarse la inviolabilidad del matrimonio. El matrimonio es el principal campo de entrenamiento emocional para los machos descarriados, comprometiéndoles a deberes y responsabilidades que en otro caso abandonarían. La ausencia del padre, según esta versión, es la tendencia más perjudicial de esta generación (...). Es también el motor que impulsa nuestros problemas sociales más urgentes, desde la delincuencia a los embarazos no deseados, pasando por el abuso sexual infantil (...)” (p. 108).
1.2.7. Igualdad.
Cambiando de tercio, podemos afirmar que, como señala con acierto GIDDENS, la socialdemocracia clásica apenas se preocupó por la generación de la riqueza, y sí puso el acento en las cuestiones redistributivas. Los neoliberales subrayaron mucho más la creación de riqueza y la competitividad. En este punto, en sede de principios, me parece correcta la aportación de la Tercera Vía tal y como nos la muestra Anthony GIDDENS: “el gobierno tiene un papel esencial que cumplir, invirtiendo en los recursos humanos y en las infraestructuras requeridas para desarrollar una cultura empresarial” (p.119). Para el ex director de la London School of Economics, la política de la Tercera Vía, en toda esta materia, propone una nueva economía mixta frente a los que desean una nítida separación Estado y sector privado con un fuerte e intenso sector público industrial y los que propugnaron el mercado social o la llamada economía social de mercado. En ambos casos, el gobierno juega un papel básico: en el primero es el titular de la iniciativa económica y, en el segundo, según me parece, tiene una función de creador de condiciones y de controlar que el terreno de juego sea apto para un desarrollo armónico del mercado. Sin embargo, según GIDDENS, “la nueva economía mixta busca la sinergia entre sectores públicos y privados, aprovechando el dinamismo de los mercados, pero teniendo en cuenta el interés público. Requiere un equilibrio entre regulación y desregulación” (p. 120). Aquí reaparece la perversión sistemática de la Tercera Vía, o, si se 34
1. Reflexiones sobre la Tercera Vía
quiere, la pretensión de erigirse en una solución mixta entre dos posiciones encontradas. La verdad es que la realidad es más compleja, afortunadamente, y que las soluciones rara vez obedecen a una predeterminada construcción científica. Hoy hay de todo en todas partes. Hoy en unos casos la solución a un problema concreto irá en un sentido y, ese mismo problema, en otro contexto, demandará quizás otra suerte de terapia.
1.2.8. El Estado de bienestar y su reforma.
En las consideraciones sobre el Estado de bienestar y su reforma, que se hacen desde la Tercera Vía, llaman también la atención los nuevos enfoques que se realizan, muy de las clásicas aproximaciones de la izquierda más radical. El caso de la educación, del que tanto habla Tony BLAIR, es paradigmático: “la inversión en educación es hoy un imperativo para el gobierno, una clave para la redistribución de posibilidades” (p. 130). Quizás sea demasiado fiar la mejora social a la sola inversión y gasto público en sectores estratégicos, como puede ser la educación o la lucha contra el desempleo. Por eso GIDDENS más adelante, aunque en términos muy generales, parece apuntar algunos problemas de estos análisis: “los programas convencionales contra la pobreza han de ser reemplazados por enfoques basados en la comunidad, que permiten mayor participación democrática, a la vez que son más eficaces” (p. 131). Por otra parte, tiene toda la razón el teórico de la Tercera Vía cuando señala que “dejar a la gente enredada en prestaciones tiende a excluirla de la sociedad globalmente considerada” (p. 131). La clave no está en las prestaciones. La clave está en que la gente asuma conciencia de la nueva ciudadanía de una forma activa y se sacuda ese yugo de observador que le ha endosado esa pesada losa que el Estado del bienestar, inversión intervencionista, ha depositado encima de los ciudadanos.En su libro de la Tercera Vía, GIDDENS nos cuenta el origen y evolución del Estado del bienestar (pp. 132 y ss.) y reconoce limitaciones, a la vez que denuncia que el modelo “no da suficiente espacio a la libertad personal” (p.134).

1.2.9. La nación, el nacionalismo y la diversidad cultural.
También, como no podía ser menos, la Tercera Vía se plantea el papel de la nación en un mundo cosmopolita. GIDDENS señala que es importante la reafirmación del papel de la nación como “fuerza estabilizadora” (p. 153), y que hay que tener sumo cuidado con el rostro de Jano de los nacionalismos, sean del signo que sean. En su opinión, el cosmopolitismo es un elemento esencial para introducir racionalidad y sentido del equilibrio.Tras recorrer brevemente los orígenes del Estado-nación, se detiene GIDDENS en el gran tema: el nacionalismo. Para él, las naciones no tienen destino, no vienen dadas por la naturaleza. Siguiendo a MILLEN, ni son una construcción contra los valores de la izquierda ni son, sobre todo, algo emotivo o sentimental. “Las naciones son comunidades éticas, en las que aquellas incluidas en ellas tienen ciertas obligaciones respecto a los otros miembros que no siempre son reconocidas frente a personas de fuera. Las naciones proporcionan un foco para la autodeterminación: la nación debería desarrollar estructuras estatales que permitan a los ciudadanos decidir sobre sí mismos cuestiones de importancia general” (p. 156). Para GIDDENS la identidad nacional debe ser compatible con el pluralismo étnico y cultural (p.156). Sin embargo, lo que él denomina multiculturalismo radical de los libertarios y de algunos izquierdistas “sigue un camino muy diferente, abrazando el pluralismo cultural, cualquiera que sea el coste que tenga para la sociedad global” (p. 157).
1.2.10. La democracia cosmopolita.
Volvamos a lo nuestro. Los planteamientos de GIDDENS sobre la nación cosmopolita tiene su trasunto lógico en lo que él denomina “democracia cosmopolita” (p. 163) de corte global. Tras el 11-IX-2001, son ya pocos los que dudan sobre la necesidad de trabajar, desde una perspectiva global, por propagar una democracia humanista que ponga como centro del orden económico, social y político a la persona y sus derechos fundamentales. En este marco, el protagonista debiera ser una ONU reforzada y, obviamente, reformada.En los inicios del siglo XXI, en los que tantos cambios se están produciendo y más desde el 11-IX-2001, no deja de llamar la atención la constante apelación, de carácter universal, que se viene haciendo desde distintos puntos de vista, a la necesidad de mejorar el sistema democrático como forma de gobierno.Se trata de reflexionar sobre el sistema político consolidado en los países desarrollados, porque se han detectado quiebras, y no pequeñas, en su funcionamiento. En el fondo, pienso que la crisis -si es que se puede hablar de crisis, y parece que sí- afecta a los pilares básicos de la filosofía democrática: la efectiva participación de los ciudadanos en el escenario público, el sometimiento a la ley y el respeto a los derechos humanos por parte del poder ejecutivo en sus diferentes niveles.
1.2.11. Europa.
Europa, la Unión Europea, también es objeto de reflexión para GIDDENS, quien señala que lo relevante de Europa es que “está desarrollando instituciones sociales, políticas y económicas que transcienden al Estado-nación y llegan hasta el individuo” (p. 167), o debieran llegar, se podría apostillar, puesto que tengo mis serias dudas sobre la incidencia real en la vida cotidiana de los europeos de su pertenencia a la Unión. El propio GIDDENS, a pesar de reconocer las tradicionales críticas a “la falta de democracia en la Unión Europea y a su lejanía en las preocupaciones de la gente corriente” (p. 167), proclama claramente que “Europa, por su papel económico y político, irá delante del resto del mundo” (p. 108).Hoy, puede decirse que el desarrollo económico y social europeo no es terreno propicio para las ideologías cerradas. En efecto, las formulaciones de carácter ideológico necesitan ámbitos receptivos y homogéneos sobre los que asentarse, porque sólo perentorias y graves necesidades sufridas por amplias capas de ciudadanos contribuyen a dar una explicación de la asunción social de saberes políticos de salvación como son las ideologías.
1.2.12. El fundamentalismo del mercado.
El libro termina con una clara y calculada crítica a lo que el exdirector de la London School of Economics denomina “fundamentalismo del mercado”. Lógicamente, comparto en buena medida su entendimiento de que el mercado, por sí solo, no resuelve los problemas ni produce mecánicamente situaciones de equilibrio. En sí mismo, el mercado es un buen instrumento de creación y de participación para todos, siempre que sus fundamentos residan en la razonable obtención de beneficios en un contexto de profundo respeto a los seres humanos. En este marco aparece, por ejemplo, la polémica sobre la tasa TOBIN, propuesta por su creador hace más de medio siglo, y que “podría establecerse a un nivel que desincentivara la especulación financiera pura, en tanto que no evitaría el intercambio monetario necesario para la financiación del comercio y la inversión directa” (p. 176). Con independencia de una notoria falta de voluntad política para su aplicación, también me apunto a la sugerencia de GIDDENS de adecuar el BM, el FMI y el GATT a la realidad y, sobre todo, de constituir un Consejo de Seguridad Económica en la ONU (p. 177-178).
1.2.13. Conclusiones
En fin, la Tercera Vía aparece como una necesidad imperiosa de renovar la socialdemocracia. Se trata, me parece, de levantar un nuevo sistema que pretende sustituir a los modelos clásicos ideológicos, hoy en crisis. No duda GIDDENS en asumir planteamientos liberales cuando constata el fracaso del socialismo y, por otra parte, persiste un aire de individualismo insolidario en algunos asuntos centrales, como puede ser la familia y algunos aspectos de la reforma del Estado del bienestar. Desde luego, el socialismo necesitaba modernizarse; lo que no sé es si lo ha conseguido. No hace mucho tiempo, GIDDENS señalaba en un medio de comunicación español1que la clave del éxito de BLAIR reside en que “la izquierda debe asumir los temas que preocupan al ciudadano, darles una solución propia y no dejar ni un milímetro a la derecha”2. El reciente fracaso de la izquierda en Francia parece reconocer sus tesis, aunque, en mi opinión, una cosa es hacer un diagnóstico y otra, muy distinta, digerir las derrotas electorales. Para GIDDENS, una de las claves del fracaso de JOSPIN estuvo en la insuficiencia de las reformas en el mercado de trabajo: “(...) a pesar de que logró reducir los niveles de desempleo, hay aún un nivel de paro estructural, especialmente una gran cantidad de paro juvenil que no ha sido capaz de cambiar”

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